Julia Aguiar

24.02.2010 14:42

Las Franciscanas Misioneras crearon en  Zagnanado, una población del interior de Benín, el hospital de Gbemotin, un centro de salud pionero en el tratamiento de la úlcera de Buruli. Con esta iniciativa de amor y compasión, las religiosas devuelven la esperanza a los que sufren una de las enfermedades más raras del continente africano.

La Hna. Julia nos acompaña por los pabellones y la enfermería mientras nos habla de la úlcera de Buruli, que existe en diversas partes del mundo, de América Latina a Australia, pero incide particularmente en algunos países de África Occidental (Benín, Togo, Nigeria, Ghana, Costa de Marfil) y Central (Congo, Camerún). Esta enfermedad es causada por una microbacteria atípica, de la familia de la lepra y la tuberculosis. Su nombre viene de una región de Ruanda donde se dio una epidemia en la década de 1970.
Aquí en Benín, la enfermedad aparece sobre todo en esta región del sur, y particularmente en la zona pantanosa del Ueme, un río que atraviesa la mitad del país y pasa por Cotonú y Porto Novo. La manera como se contrae es aún incierta. Tal vez a través del agua pantanosa, de los peces, de la flora, del barro o de la arena… El microclima de esta región parece favorecer su incubación y propagación. Aparece una úlcera sobre la piel, que corroe los pocos tejidos y llega hasta los huesos.
Puede presentarse bajo diversas formas, desde el nódulo que no llega a alcanzar grandes zonas sobre la piel –la hematosis–, en forma de costra dura, como la corteza de un árbol, alcanzando grandes áreas del cuerpo, o de manera diseminada que, comenzando a nivel cutáneo, va alcanzando también a los huesos. Puede afectar a todas las edades, pero se concentra sobre todo en niños y adolescentes hasta los 15 años, tal vez porque son éstos los que más frecuentemente se mueven o juegan en el medio natural pantanoso donde se desenvuelve la bacteria.